Pettengil Premium; la casta social de la India que fomenta los políticos

El exabrupto del Senador Pettengill, al insinuar que los sectores de menores ingresos pueden suplir sus necesidades nutricionales con «carne de segunda», el puchero, revela una preocupante desconexión entre la élite política y la realidad socioeconómica que experimenta una porción significativa de la población paraguaya.

Sus declaraciones, que evocan una jerarquización social comparable al sistema de castas de la India, trascienden lo ofensivo, evidenciando un desconocimiento alarmante de las precariedades que afrontan numerosos ciudadanos paraguayos.
La sugerencia de que el «puchero» constituye una alternativa alimenticia viable para los más desfavorecidos, mientras que la carne de mayor calidad se destina a la exportación, exhibe una perspectiva distorsionada y marcadamente elitista de la sociedad. Resulta inaceptable que un representante electo, como el Senador Pettengill, ignore flagrantemente la realidad de los precios de los alimentos y la dificultad que enfrentan los ciudadanos para acceder incluso a cortes básicos de carne, como la milanesa o el tradicional asado. Esta actitud contribuye, lamentablemente, a consolidar la percepción de que la clase política paraguaya reside en una burbuja, aislada de las necesidades y desafíos que aquejan a sus electores.
Asimismo, es fundamental refutar categóricamente la simplista aseveración de que «el pobre no es pobre porque quiere». La pobreza es un fenómeno complejo y multifacético, profundamente arraigado en desigualdades estructurales, acceso limitado a la educación, escasez de oportunidades laborales y sistemas de apoyo social insuficientes. Reducir la pobreza a una mera cuestión de voluntad individual constituye una falacia que ignora la intrincada red de factores socioeconómicos y políticos que la perpetúan.
En conclusión, las desafortunadas declaraciones del Senador Pettengill constituyen un claro ejemplo de la imperante necesidad de una mayor sensibilidad y un compromiso genuino por parte de la clase política hacia las problemáticas sociales que afligen al Paraguay. Es esencial que los representantes del pueblo reconozcan la complejidad inherente a la pobreza y dediquen sus esfuerzos a la implementación de políticas públicas que fomenten la igualdad de oportunidades y garanticen el acceso a una vida digna para todos los ciudadanos, independientemente de su nivel socioeconómico. La banalización y la desconexión no son opciones viables; la empatía y la acción constructiva son imperativos éticos y políticos.
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